El asesinato de Juan Sebastián Aguilar, un reconocido empresario esmeraldero, ha sacudido a la comunidad de Bogotá y ha puesto de nuevo en el foco la violencia ligada al comercio de esmeraldas en Colombia. El crimen ocurrió el pasado miércoles 7 de agosto, alrededor de las 6:30 p.m., en la localidad de Usaquén, al norte de la ciudad. Aguilar, también conocido como “Pedro Aguilar” o “Pedro Pechuga”, fue atacado en su vivienda ubicada en la calle 138 con Carrera 9. Las autoridades están investigando la posibilidad de que el crimen haya sido perpetrado por un francotirador.
Las primeras versiones indican que las heridas sufridas por Aguilar fueron tan graves que, a pesar de ser trasladado rápidamente a un hospital cercano, los esfuerzos médicos no lograron salvar su vida. La Policía Metropolitana de Bogotá confirmó que el sicariato ocurrió en su vivienda y que un componente destacado de Inteligencia e Investigación Criminal está realizando las verificaciones, entrevistas y recolectando elementos probatorios para capturar a los responsables.
Este no es el primer atentado que Aguilar ha sufrido. En octubre del año pasado, fue víctima de un ataque mientras se encontraba en una reunión en un edificio de la ciudad. En esa ocasión, su esquema de seguridad logró sacarlo ileso a pesar de los disparos. El coronel Germán Saavedra señaló en ese momento que la policía estaba llevando a cabo las indagaciones necesarias para esclarecer los hechos.
La violencia en el sector de las esmeraldas no es un fenómeno nuevo en Colombia. La denominada “guerra verde” ha dejado una estela de sangre y conflictos que se remontan a viejas disputas en el gremio de la minería de esmeraldas. Según teorías preliminares de las autoridades, estos incidentes están vinculados a conflictos entre narcotraficantes que se hacen pasar por esmeralderos para lavar dinero mediante la extracción de esmeraldas. Además, se especula que otras mafias y capos involucrados desde los años 90 podrían estar relacionados con estos ataques.
El caso de Juan Sebastián Aguilar no es aislado. En octubre de 2012, Jesús Hernando Sánchez Sierra, socio de Pedro Pechuga y considerado el sucesor de Víctor Carranza, también fue blanco de un atentado que lo dejó en estado de coma y requirió 17 operaciones para su recuperación. Además, en septiembre del 2023, el líder social y empresario del sector de las esmeraldas en Boyacá, Maximiliano Cañón Castellanos, fue asesinado en el exclusivo sector del Parque de la 93 en el norte de Bogotá, lo cual fue visto como otro capítulo de la “guerra verde”.
El caso de Pedro Orejas y el clan Triana es un ejemplo de cómo estas disputas pueden escalar a niveles internacionales. Ambos han sido considerados por las autoridades como protagonistas en la pelea por el control de las minas, al punto de ser extraditados debido a sus vínculos con el narcotráfico.
La muerte de Aguilar ha generado una serie de reacciones en la comunidad esmeraldera y en la sociedad en general. Muchos se preguntan si este asesinato es un indicio de que la violencia en el sector de las esmeraldas está lejos de terminar. Las autoridades, por su parte, han prometido intensificar las investigaciones para dar con los responsables y llevarlos ante la justicia.
En este contexto, es crucial que las autoridades no solo se enfoquen en capturar a los responsables directos del asesinato de Aguilar, sino que también aborden las raíces profundas de la violencia en el sector de las esmeraldas. Esto incluye investigar las conexiones entre el comercio de esmeraldas y el narcotráfico, así como implementar medidas para proteger a los empresarios y trabajadores del sector.
La comunidad esmeraldera, por su parte, debe unirse para exigir justicia y trabajar en conjunto con las autoridades para erradicar la violencia que ha plagado al sector durante décadas. Solo a través de un esfuerzo conjunto se podrá poner fin a la “guerra verde” y garantizar un futuro más seguro y próspero para todos los involucrados en la industria de las esmeraldas en Colombia.