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En los últimos tres años, Cuba ha estado inmersa en una profunda crisis económica caracterizada por la escasez de productos básicos, una inflación descontrolada, apagones diarios de larga duración y un proceso de dolarización creciente. Este panorama ha desencadenado una ola de migración sin precedentes y un marcado descontento social en la isla.

El domingo pasado, cientos de cubanos tomaron las calles en un clamor por “comida y corriente”, especialmente después de enfrentar un fin de semana con apagones que, en algunas provincias, se extendieron hasta por 13 horas consecutivas. Este descontento se manifestó con fuerza en Santiago de Cuba, la segunda ciudad más importante del país, y en Bayamo, en la provincia vecina de Granma. Las redes sociales se inundaron de imágenes de las protestas, evidenciando la magnitud del descontento popular.

El presidente Miguel Díaz-Canel reconoció la inconformidad de la población con respecto al servicio eléctrico y la distribución de alimentos, aunque advirtió que esta situación podría ser aprovechada por “los enemigos de la Revolución” con fines desestabilizadores. En respuesta a las protestas, el gobierno suspendió el servicio de internet de datos para celulares en Santiago de Cuba, una medida que ha sido interpretada como un intento de silenciar las voces disidentes y controlar la difusión de información.

La crisis energética se ha agravado en los últimos dos meses debido a las averías en las centrales eléctricas de factura soviética y la falta de combustible, lo que ha llevado a tasas de déficit de hasta el 45% en los momentos de mayor demanda. La situación se ha visto exacerbada por la pandemia, el endurecimiento de las sanciones estadounidenses y errores en la política económica y monetaria del país.

En medio de este contexto, la embajada de Estados Unidos en Cuba ha instado al gobierno cubano a “respetar los derechos humanos de los manifestantes”, mientras que el canciller cubano, Bruno Rodríguez, ha pedido a Washington abstenerse de interferir en los asuntos internos del país.

La situación por los apagones ha sido descrita como “muy difícil” por el arzobispo de Santiago de Cuba, Dionisio García, quien expresó su esperanza en que se encuentren soluciones prontas. La crisis energética no solo afecta la vida cotidiana de los cubanos, sino que también ha reavivado el descontento social, recordando las protestas del 11 de julio de 2021, cuando miles de cubanos exigieron “Libertad” y “tenemos hambre”, lo que resultó en duras condenas para muchos de los manifestantes.

Este complejo panorama en Cuba refleja la urgencia de abordar los problemas estructurales del sistema cubano, así como la necesidad de encontrar soluciones sostenibles que permitan a la población vivir con mayor serenidad y tranquilidad. La crisis actual es un llamado a la acción tanto para el gobierno cubano como para la comunidad internacional, en busca de caminos que conduzcan a una mejora significativa en la calidad de vida de los cubanos.

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